Nuestras manos

Nuestras manos

(oda a la amistad)

 

 

 

                     a mis hermanos

 

 

Allí

siempre allí

hermano

un día

en el silencio

sinfónico

de los versos

de la poesía,

cuando los años

en la palma

de las manos

como las olas

en las orillas

pasen dejando

hojas descolgadas

y amarillas

de álamos

y nieve pura

sobre las colinas

 

me encontrarás

allí

nos veremos

siempre allí.

 

No diré tu nombre

no quiero dedicar

a los ojos

las sonrisas,

ni hacer sufrir

a mi corazón

para que finja,

que intenten

otros convertir

una mentira

en amor

y un sueño

en una vida

basta con decir

y recordarte

el sol naciente

y la soledad perdida.

 

La amistad

en honor a la verdad

es una tierra

por la que jamás

solo se camina;

un ya nos veremos,

un abrazo,

-no importa el tiempo-

sin una despedida

y yo no quiero alzar

las banderas

de las patrias

que por falsas

están extintas

sino levantar

las persianas

y las cortinas

y enfrentar el sol

con nuestras mejillas

para que queden

bien escritas

tantas tardes

los recuerdos

de tantos días

en las palmas

de nuestras manos

en sus líneas

 

y pintarlas

como un rumbo

sincero

como una ruta

infinita

para que un barquito

velero

de sueño eterno

y de tinta

siga navegando

mirando al cielo

cuando ya no estemos

cuando seamos cenizas.

 

 

Ort 2019

Ausentes en los cielos

 

 

Midiendo la tristeza en océanos

y la naturaleza de las cosas en tiempo

sinónimo de alfares abandonados y de viento,

hasta colmarse la última gota del verso

que lo sostiene, viajando, siempre hacia adentro,

en un eterno y largo descubrimiento,

se llega a contemplar, más allá de los cielos,

el soplo de los besos queridos,

que sobre las olas saladas y bajo las aladas nubes

todos los que nunca llegamos a conocer nos dieron.

 

 

                             a Vicente, Asunción y Lorenzo

 

Ort

Pintura a la luz anaranjada

 

 

Aleteando en las ramas aéreas crepusculares

fascinadas y descalzas de los sueños

los viejos baúles las cartas azules y los cielos

laten entre las cerraduras negras que pupilas

heridas como agujeros espaciales y eternos

abren hacia los astros fulgurantes y alcanzables

ensanchados por las flores purpúreas y los mapas

de los tesoros escondidos donde viven tus besos.

 

Así que, en esta noche atareada de terrenos

fantásticos y maravillosos que otros puñados

de mundos mezclaron sobre tus cabellos

ábreme tu cama, hazme a tu lado un hueco

entre la madrugada sonámbula y la almohada

que destilando aquella locura anaranjada

de luna que boga navegando por la ventana

se viene a esparcir soplando por tu piel

sobre tus hombros y por las sábanas blancas

que te ven dormir, mientras bajo la persiana

para continuar con mis dedos lo que la luz

descifró entre caricias que no notabas.

 

ORT 2018

El fantasma del castillo

 

 

 

 

 

Mentira si dijera

que era una noche de lluvia,

que los rayos aguijonearan        

las corneas es posible

ya que el sol y la música

de sus destellos, blandían

la espada del ocaso

con inusitada furia

sobre los muros derruidos

de aquella fortaleza fecunda

de clavelillos y de sombras

agrietadas por las que manaba

la sangre dorada del horizonte.

 

Se levantaba el castillo

junto a una desdentada torre

gobernada por humildes nidos

en las orillas de los aires              

y resbalando por ella,

como picas colgadas

en una catarata de naipes,

en suaves espirales,

las rosas destilaban luz,

a través de sus cuerpos

escarlata cual cristales,

silenciosas, señalando

con sus espinas

los cuatro puntos cardinales.

 

Allí vagaba

lo que quedaba, lo que fue,

una sombra, por lo que se,

de un enamorado blanco

de veleras cabelleras

arrastrando las letras

como cadenas, a los pies

y que todos los días

cuando ardía el atardecer

se sacaba de sus bolsillos

tinta para que los pajarillos

heridos retomaran el vuelo

con alas arrugadas de papel

arrancado de las hojas

de los libros de los sueños

que guardaba para él.

 

Su barba negra, al sol

eran lirios amarillos

que lucía con orgullo

por los arcos quebrados

y los ruinosos pasillos

que hacían de puertos

para los lamentos

de los vientos

que con sus recuerdos

se mezclaban olvidados

y hacían sencillos versos

 

 

subía a la torre

sentía ser eco

callado y quieto

en el aire;

un beso,

vagaba por el tiempo

perdido y sin buscar

su sombra ni su cuerpo

su corazón huido,

ni su aliento.

 

Ellos se fueron

al cielo con su musa

y del recuerdo,

de su amor aquí

ya solo queda esto,

un castillo derruido

y un fantasma

empeñado en vivir

y hablarle a las amapolas

mientras lo devora el silencio.

 

Allí lo vi,

y mentiría si dijera

que no era yo aquel fantasma

fijando desde lejos

sus negras pupilas en mí,

y mentiría si dijera

que no empecé ya a morir,

ni que el olvido borrará

como la noche cuanto he hecho,

como un enorme bosque

absorbiendo un pequeño jardín,

 

abandonado,

en fin.

 

 

 

 

Ort 2018

La ciudad de los Muertos

 

La ciudad de los Muertos
(Ciclo egipcio  I)

 

 

Más allá

del valle eterno,

ventana al desierto,

donde la esfinge

asomada a los tiempos

llora solitaria,

como la última de su estirpe;

en el corazón de El Cairo

hay una ciudad

que llaman de los muertos,

un antiguo cementerio

donde los vivos hambrientos

comen encima de los huesos

su banquete de polvo

junto a los perros.

 

Conviven los pobres

con los esqueletos

que bajo la tierra tiritan

cuando desde lo alto

del minarete de la mezquita

llama el imán a la oración

y los hombres se descalzan

bajo la media luna marchita.

 

Hay fúnebres palacios de reyes

que gobernaron países, conquistados

por las más humildes familias,

hay un loco desconsolado

sucio, con la camisa partida,

con un pie descalzo

y en el otro una sandalia descosida,

lanza naipes al aire

mientras le habla al viento

con la mirada perdida.

Pasa ante mis ojos

como un fantasma

que hacia ningún lugar

y sin rumbo camina.

 

Y cuando la noche baja al mundo

y la arena recorre las calles,

en las puertas de las criptas,

los perros apaleados

y los hombres duermen,

enseñando las costillas.

 

Miro al cielo

y sobre las estrellas ausentes,

jamás afligidas,

veo volar una cometa

flotando entre la muerte,

navegando entre la pobreza;

y pienso en el niño

que la lleva,

y el mundo se hace algo menos triste,

y se hace algo menos pesada la tierra.

 

 

OrT
El Cairo.  2 de julio 2018