Imágenes


Las líquidas atmósferas

de unos ojos vacilantes,

las lagrimas bordadas

en los trajes del silencio,

las calles cuales miércoles

macabros, tardíos, apáticos

recordando más allá

con el lejano relámpago

las lluvias de los pasos

que se fueron a vivir allá

a donde mueren los pájaros.


El recuerdo del sonido del latido de un corazón

parado

el murmullo de las hojas de los bosques

en la noche

el resplandor rojo de las trenzadas amapolas

entre el trigo

y el del gris

de las fotografías

y el del blanco

de las nubes vacías

y el del canto

de las gargantas

desgarradas

abiertas

en alto.


Los labios rozados, gastados cuarteados morados

como cardos

silvestres, los amores atareados, volando vibrando

en una celda

dentro de una colmena de miel de luna

vestida de alabastro.


Las guitarras rotas, los violines recién afinados

los pianos bajo el mar, las alas de los cantos

rodados del río, robadas para ser coronas

verdes, sobre las riberas, de los álamos.


Las pantallas vacías, las gentes soñando

sueños apagados, las lenguas clavadas

en los oídos marchitados

la explosión de luz de los amaneceres

que comienzan siempre

en algún lugar, con algún llanto.


El sigiloso encuentro de unos dedos,

por la pasión que late, trémulos

al tocarse por fin, como la espuma

de los mares, blandos.


La pequeña coplilla susurrada

tierna, de una madre al oído

de un pequeño revolucionario,

la claridad de las estrellas

impactando en lagos congelados


Las flores

negras,

guardando guirnaldas

de lagrimas en sus tallos,

las doradas tardes

felices, fugaces, eternas

bajo la brisa caliente del verano,

la primavera lejana

en las goletas

más allá de las costas,

rodeadas por los azules océanos.

El invierno desnudo

sobre el fuego bailando,

el otoño tan marrón,

el año tan caro.


La piel de nieve,

con manchas, de los astros,

el olor profundo de la tierra

llevándose la tristeza

con la limpia lluvia,

dejándolo todo mojado


y las sonrisas

las sonrisas

de los que amamos


y los ojos,

los ojos viejos

como las cortezas

de los arboles


y las nubes

las pequeñas

nubes blancas


y los cielos

los cielos

despejados.



Ort 20-21

Cancioncilla de la luna Manchega

 

 

A la luna de la mancha

vio su corazón llegar

aires de romero y trigo

junto a lágrimas del mar

 

calladito imaginando

sentado en aquel lugar

las horas iba cortando

como flores de la madrugá

 

soñando con los caminos

negros de la oscuridad

una blanca gota de rocío

le enseñó a navegar

 

y sus pies despegaron

de la tierra más allá

buscando en el universo

algún eco que agarrar

 

Y por la mañana estaba muerto

su corazón, eterno invierno,

había parado de bostezar.

Lo encontraron sonriendo

mirando fijo a la llanura

trazando una senda

en línea recta

recortándose en ella el límite

del horizonte del cielo con el mar

 

Y se lamentaban los pastores

al ver sus ojos abiertos

que no se atrevieron a cerrar

como dos puertas brillantes

abiertas de par en par

 

Cantando después se decían

unos a otros por los campos

¡se cansó de tanto amar!

se cansó de tanto amar.

 

Quién recogerá sus versos

ahora que él ya no está…

La luna de la Mancha y el silencio,

que siempre saben escuchar

 

Él con el viento viene

y agarrado de su cola se va

 

Ella anida por el firmamento

como una granada deshojá

deshaciéndose siempre en sangre,

y siempre a medio terminar.

 

 

Ort 2020

Ausentes en los cielos

 

 

Midiendo la tristeza en océanos

y la naturaleza de las cosas en tiempo

sinónimo de alfares abandonados y de viento,

hasta colmarse la última gota del verso

que lo sostiene, viajando, siempre hacia adentro,

en un eterno y largo descubrimiento,

se llega a contemplar, más allá de los cielos,

el soplo de los besos queridos,

que sobre las olas saladas y bajo las aladas nubes

todos los que nunca llegamos a conocer nos dieron.

 

 

                             a Vicente, Asunción y Lorenzo

 

Ort

Ocaso Lunar

 

 

 

En una mota de polvo

navegan las estrellas

como nubes pasajeras

en un cielo sin fondo

 

Llora con un grito hondo

desde allí la terca luna

al mirarse en la laguna

oscura el blanco rostro

 

Sus ojos son redondos

sus manos sepulturas,

y en sus yermas llanuras

anegadas de escombros

 

caminan grises figuras

de los amores ausentes

con las miradas desnudas

cual fantasmales criaturas

habitando entre sus dientes

 

Cuantos corazones tristes

todos ellos penitentes!

 

Solitaria por sus salones

baja las largas escaleras

y caen lágrimas ligeras

golpeando los escalones

 

Reunidos en las alturas

descienden junto a su dama

que en sus pasos derrama

la flor de las sepulturas

 

Cantando en su lengua vieja

con voz sonámbula, dulce

sobre el aire quieto esculpe

la luna en las hojas secas

 

un aria de amor hacia la tierra

es entonces cuando los poetas

encuentran flotando el verso

más antiguo del universo

 

que su voz nostálgica encierra

mientras el coro de los grillos,

sinfónicos animalillos,

velan los sueños de la reina

 

de la noche

que a media luz soñando, vencida en sus tinieblas

se ha dejado las puertas del cielo eterno abiertas,

 

inundándose todo de estrellas.

 

 

 

 

ORT

A mi reina de la noche.

 

 

 

Nana de Luna tierna

 

 

Algo acaba cuando algo empieza.

y cuando un sueño acaba con un sueño,

alguien en su olvido se despereza

en su lecho de flores onduladas

y doradas por el alma de la tristeza.

Y quien sabe si la vida es sueño

o es el sueño la vida cuando despierta.

Y quien sabe si los ojos que se cierran

y las manos que se abren, a la luna, lentas,

el brillo áspero del sol encierran.

Porque mi alma sabe de sus montañas

áridas, secas y desiertas

donde quedó tantas veces medio muerta,

pero algo escuchó también de la belleza,

pues se tumbaba en las cosechas

de trigo donde brillaban las estrellas

para oírlas hablar y hablar,

que son de las musas las sirvientas,

bandadas de pájaros en el cielo,

puñados de hojas silvestres

arrojadas a un universo, y quietas.

 

Rocío de la esperanza

que salpica las alturas mientras

empujadas por los vientos,

hilan con luz las alas abiertas

del náufrago, que ya en tierra,

ha expulsado el océano y despierta.

 

Por eso yo sé,

que es tierna,

¡Tierna! tierna…

la luz de los labios,

que me han salvado,

esa luz,

es ya para mi eterna

 

Son sus lunares,

esos astros

¡son luciérnagas!

 

Perlas

de alabastro

negras,

arrojando

luz,

a las tinieblas.

 

 

OrT.