La ciudad de los Muertos
(Ciclo egipcio I)
Más allá
del valle eterno,
ventana al desierto,
donde la esfinge
asomada a los tiempos
llora solitaria,
como la última de su estirpe;
en el corazón de El Cairo
hay una ciudad
que llaman de los muertos,
un antiguo cementerio
donde los vivos hambrientos
comen encima de los huesos
su banquete de polvo
junto a los perros.
Conviven los pobres
con los esqueletos
que bajo la tierra tiritan
cuando desde lo alto
del minarete de la mezquita
llama el imán a la oración
y los hombres se descalzan
bajo la media luna marchita.
Hay fúnebres palacios de reyes
que gobernaron países, conquistados
por las más humildes familias,
hay un loco desconsolado
sucio, con la camisa partida,
con un pie descalzo
y en el otro una sandalia descosida,
lanza naipes al aire
mientras le habla al viento
con la mirada perdida.
Pasa ante mis ojos
como un fantasma
que hacia ningún lugar
y sin rumbo camina.
Y cuando la noche baja al mundo
y la arena recorre las calles,
en las puertas de las criptas,
los perros apaleados
y los hombres duermen,
enseñando las costillas.
Miro al cielo
y sobre las estrellas ausentes,
jamás afligidas,
veo volar una cometa
flotando entre la muerte,
navegando entre la pobreza;
y pienso en el niño
que la lleva,
y el mundo se hace algo menos triste,
y se hace algo menos pesada la tierra.