El Último Verano

 

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Como un brillante grano de arena

cayendo

de un oceánico reloj de estrellas,

como una pequeña gota de llanto

labrado

agarrada de la comisura de los ojos

guardando los varios miles

de millones de latidos del corazón

y que leve, como una pluma

del color azul de la tristeza

se abre camino, paseando en las mejillas.

 

Como el viento, jugando entre columpios

vacíos, mientras soñabas, mi niño,

surcaba aquel verano

tus marrones ojos de tierra mojada

más allá de mi terror

y blandían la inocencia

cargada de esperanza.

 

Mientras las constelaciones frías giraban

Indiferentes y la aurora del destino incierto

era de una felicidad tan frágil,

como el reflejo de una golondrina alta

con sus alas en sonrisa, navegando, quietas,

las aguas

 

El peso enorme de la vida

se derramaba en mis espaldas

y tú jugabas, mi pequeño,

a buscar hojitas entre las flores

para regalármelas,

junto a aquellas hierbas de las aceras

que competían en tus manos

con las rosaledas más enamoradas…

 

Aquel bello y terrible verano,

pequeño, en tus pequeñas zapatillas

verdes se marchaba.

 

El último verano que quiso

darse el nombre de esperanza.

 

a mi tesoro de Ojos de otoño.

 

Ort 2023

Al otro lado del Tiempo

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A una vieja muchacha, que siempre me esperaba asomada a una ventana abierta y que ya  siempre permanece cerrada, que no me espera ya, con olor a inmenso cariño y domingo, ahora ya marchito… A unas manos que ya jamás la tocarán, ni al verme, con afecto se agitarán al viento, cerca de las vías del tren. Que descansan, desde hace un año, donde habita el olvido y que es el tiempo que vivimos cuando se nos marcha, olvidándonos para siempre. A mi abuela. A mi Manuela. Sirva esta reflexión sobre el tiempo como la humilde elegía que tú y yo únicamente conoceremos. En la tumba la tienes, a la tumba me la llevo.

 

 

Matada la tarde,

descargado el telón

como una tormenta

blanca de calaveras

negras, sobre la escena

violeta de la tierra.

 

 

Allí donde el recuerdo,

presa, huye sangrando

cenizas, por sus venas

y mientras

las alas abiertas

de las palomas

abatidas por el rayo

de las estrellas

caen hacia las lagunas

grises, secas y desiertas

de la luna llena

para buscar una tumba

en la que se labren

con ciegas e ilegibles letras

el epitafio de que aquí,

murió otra primavera.

 

 

Desde allí, el tiempo,

en su trono

quemado de madera

mira

disimulado al que pasa,

abriendo una navaja

para hundirla entre las flores

y volver otoño la mirada

de los felices hombres

y de las nubes que yerran

en los montes altos

y eternos, justo antes

de llegar al inmenso mar,

mientras,

la muralla de voces

y lamentos de las costas,

que nunca las nubes verán,

con la espuma

y en la lengua de las olas

se elevan,

para gritar y decir

a las nebulosas enredaderas

que navegan por los aires

que no valen nada

sus lágrimas apenas,

que no hay río

que las acoja ni las lleve

a sus arenas,

porque la parca

vestida de tiempo

y el sol las queman.

 

 

Ay de mí,

y del sueño dolorido…

Allá a lo lejos

en aquel lugar

de verde luto

en la oscuridad

viene conmigo

arrastrándose

mi tristeza

por entre los ojos

de los siglos

-le dice el Tiempo,

al oído,

al Olvido-

Cuánto he visto

qué hambre voraz,

la de la vida,

la de la nada

empeñada

en abrasar

lo que fue

es

y nunca ha sido,

porque no tiene

recuerdo el infinito

ni el mundo

que gira

ni el odio, ni el amor,

que la nada,

la vida,

es como un niño

y en sus juegos

ha de verse un día

de repente anciana

ante la muerte

preparando su lecho

sonriente

mientras se vuelan

las hojas

de las calles,

en remolinos,

se secan las plumas,

y se cierran los libros.

 

 

 

Ort 2023

El Caballo Desbocado Que Arranca

El atardecer claro y a la vez oscuro…

Quién diría que la luz

y la belleza

prometida de los primeros astros

se quebrarían como las alas

malvoladas de cientos de pájaros

estrellándose, de golpe, manchadas

por la sangre de los sueños

contra el pecho partido de la esperanza

derramándose

por entre las manos

de la luna callada,

llenando aljibes de llantos

para sembrar la nada.

Acércate a mi

que aún el día no acaba

ven a dormir

que sea una pesadilla

lo que trae el viento

y el alba, que por no saber

calla.

Que gire miles de veces la tierra

y las margaritas adornen la almohada

que tu cabello resuelto,

caballo desbocado que arranca

bajo las estrellas despierte

siempre, en mis labios, en la mañana

que coseche almas de besos

la vida, para aplacarla,

y su belleza fría, inhóspita

nos remiende la esperanza

que los mares secos

donde duermen ahora

las quietas barcas,

abran la boca a la lluvia

y no al llanto,

y avisen a las grullas

y a las milanas

y broten en sus humedales

caracolas pardas

y las pequeñas olas,

primero,

arrecien las amapolas

en sus ángulos y las horas

vuelvan a ser miel

entre islas oceánicas

y los sueños góndolas

que éste negro telón

lo arranquen las mariposas

y descubran tras él

solamente estrellas

bajo un campo entero

renacido,

de melancólicas

y felices rosas.

Ort. 23.

It’s now or never
Come hold me tight
Kiss me, my darling
Be mine tonight
Tomorrow will be too late
It’s now or never
My love won’t wait

Las Alas

A Marisa.

Cuando perdiste lo más importante

que es la vida,

y cubriendo todo la sábana de la noche

cuarteó rozando las yemas de tus dedos

que sin saberlo se inyectaron

en el universo cuales suaves rascacielos

triturado sin saberlo,

el corazón del relojero

que medía tus besos

y se quedó en la tierra

contando los recuerdos,

Cuando se derramó sobre tu alma el mar entero

quedando sobre la arena la espuma

esmeralda de una pequeña ola como aliento

final y tu cuerpo

se convirtió en arenisca y estallaron pesadas

las cadenas que te ataban fundiéndose

como espigas y altas cumbres nevadas

blancas, sobre el negro firmamento

para abatir y cambiar tus dos ojos por luceros,

cuando la crisálida clavelina que nació

aquel día

en lo más alto del monte del Corberu,

asomada sobre el océano

cayendo hacia la Grúa cerro sus brazos tiernos

y volando marinera sobre los suaves vientos

danzó una última vez más sobre aquel Paseo

elevándose sobre las corrientes

más allá de las líquidas manzanas

y los ardientes hayedos, y de las campanas

que guardaban los grillos en sus gargantas

y mucho más allá de los sueños

supe, supimos, supieron

que el cosmos te entregó dos alas blancas

para cuidar de todos aquellos para quienes

te fuiste demasiado pronto

y que jamás te olvidaremos.

Lo que hoy es una cantera enorme

de lagrimas y ecos, será mañana vida

renaciendo al paso lento de la noche,

en la luz de su inocente mirada,

la constelación

de tu recuerdo.

                                             Para José Luis, Martín y Elena

Ort. 2021.

Imágenes


Las líquidas atmósferas

de unos ojos vacilantes,

las lagrimas bordadas

en los trajes del silencio,

las calles cuales miércoles

macabros, tardíos, apáticos

recordando más allá

con el lejano relámpago

las lluvias de los pasos

que se fueron a vivir allá

a donde mueren los pájaros.


El recuerdo del sonido del latido de un corazón

parado

el murmullo de las hojas de los bosques

en la noche

el resplandor rojo de las trenzadas amapolas

entre el trigo

y el del gris

de las fotografías

y el del blanco

de las nubes vacías

y el del canto

de las gargantas

desgarradas

abiertas

en alto.


Los labios rozados, gastados cuarteados morados

como cardos

silvestres, los amores atareados, volando vibrando

en una celda

dentro de una colmena de miel de luna

vestida de alabastro.


Las guitarras rotas, los violines recién afinados

los pianos bajo el mar, las alas de los cantos

rodados del río, robadas para ser coronas

verdes, sobre las riberas, de los álamos.


Las pantallas vacías, las gentes soñando

sueños apagados, las lenguas clavadas

en los oídos marchitados

la explosión de luz de los amaneceres

que comienzan siempre

en algún lugar, con algún llanto.


El sigiloso encuentro de unos dedos,

por la pasión que late, trémulos

al tocarse por fin, como la espuma

de los mares, blandos.


La pequeña coplilla susurrada

tierna, de una madre al oído

de un pequeño revolucionario,

la claridad de las estrellas

impactando en lagos congelados


Las flores

negras,

guardando guirnaldas

de lagrimas en sus tallos,

las doradas tardes

felices, fugaces, eternas

bajo la brisa caliente del verano,

la primavera lejana

en las goletas

más allá de las costas,

rodeadas por los azules océanos.

El invierno desnudo

sobre el fuego bailando,

el otoño tan marrón,

el año tan caro.


La piel de nieve,

con manchas, de los astros,

el olor profundo de la tierra

llevándose la tristeza

con la limpia lluvia,

dejándolo todo mojado


y las sonrisas

las sonrisas

de los que amamos


y los ojos,

los ojos viejos

como las cortezas

de los arboles


y las nubes

las pequeñas

nubes blancas


y los cielos

los cielos

despejados.



Ort 20-21