A mis treinta

 

 

 

Nací a las puertas de la primavera

con un invierno infinito en mi corazón

esperando a que la luna partiera

las nubes oscuras como un galeón,

y con su espolón, como una relojera

de luz, en hora las amapolas pusiera,

 

Convirtiendo el negro en rojo,

esparciendo mi alma como avena

en la piel de los campos de la tierra.

 

Crecí bajo las carrascas y los mares

que gritando libertad susurraban miserias.

Te besé entre espumosos manantiales

que no pararían si la muerte lo impidiera,

y en el más allá solo polvo seré

solo polvo quizás, pero sin pena.

 

Que bien valen una vida tus ojos

marrones, que me llaman

como llaman a los marineros las sirenas.

 

Bien valen una vida entera

para soñarlos después dormido

durante toda la noche eterna.

 

 

Ort

S·P·V·R

14622446-2

 

 

El senado

y el pueblo

de la Villa

del Robledo

 

Lunar en mi cuerpo

lumbre al raso,

contradicción de mis anhelos.

Valen más los pucheros

de pastores, los cielos,

los atardeceres en colores

con nubes que rozan los versos,

que las espinas clavadas

de las ortigas que crecen

en aquellas ventanas

abiertas sin sueños.

Que los cardos aquí son reyes

y las rosas

vinieron de los infiernos.

 

Que hay mariposas

con alas de muertos

que yo veo

rondando en la memoria,

tatuadas en las calles,

en las casas, donde vivieron;

y pesadillas

como un angustioso fuego

que queman al cantarte

por hombres del pasado

que en el presente vivieron,

haciendo cenizas

el corazón de las semillas

que plantaron con sangre

sudor y muerte

los antiguos jardineros.

 

Nuestros abuelos,

en lucha siempre

contra molinos

que muelen dinero.

 

Y aun así,

Y qué,

yo lucho,

yo me quedo

con lo que quiero,

lo que amo,

con lo que deseo.

 

Y quiero que seas libre!

Libre como un callado,

Sostenido por un ciego.

 

 

 

Ort 2016

Cinco poemas del libro Torres de La Mancha

               Que me escuchen

 

Que se apaguen los clarines

¡Que me escuchen!

Vientos, aires, flores.

¡Que me escuchen labradores!

Cielos claros como manantiales,

que tiñan de rojo amaneceres

¡Y como el mar pinta barquitos

en los ojos, cuelguen claveles!

 

Los jardines de las nubes

¡Que me escuchen!

y florezcan de violetas

¡Que me giren las veletas!

Guiándome de oriente hasta occidente

¡Que ya viene a segarte

el dios de poniente, cargando

en sus hombros, la bóveda celeste!

 

Pueblo llano y claro, ábrete.

¡Escucha mi corazón clamar!

Desde las montañas a los valles

¡Escucha a mi alma llamarte!

Que ya vienen los hombres

a robar tu aliento adolescente.

Las flores que derraman los amores

vienen a llevarse, ¡Tu corazón caliente!

 

Que ya vienen, que ya se sienten

¡Escúchalos juntos gritar!

Al son del cielo que sale y se esconde,

¡Al son del mar hecho cielo, que se rompe!

Y sobre tus pies augusto se muere

escúchalos llorar, reír, esperar…

Escúchanos juntos al alba soñar,

y míranos pacientes, caminar y caminar…

 

 

 

               El árbol y la Noche

 

Llora, la noche llora,

y el aire se levanta.

Se mueren las estrellas,

en los labios del alba.

 

La luna de nata clava,

envuelta en nebulosas

negras alas celestes,

a las altas esferas blancas.

Aguijoneada carne el cielo,

de luto y luz por los astros

viejos de las colmenas.

Partida y melancólica

el alma de la tierra;

por el árbol que se muere.

Por las hojas que le lloran.

 

Grita el viento, grita

y las campanas doblan.

en sus copas de hielo gira,

las ramas con plata adornan.

 

Un árbol solitario

derrama soñando

otoñales bostezos

y en su vigilia los lamentos

se esparcen silenciosos, 

quietos.

Plata en sus sueños,

y en sus ramas veleros

navegando morenos,

de sus manos al cielo.

Oro en sus ramas, oro.

Las hojas ya cantan

disfrazando a los luceros.

 

Grita el viento, grita

y las campanas doblan.

En sus copas de hielo gira,

las ramas con plata adornan.

 

Llora, la noche llora

y el aire se levanta.

Se mueren las estrellas

en los labios del alba

 

 

 

              Tierra en primavera

 

Cuando te vea, vestida de verde

mi piano levemente mecerá

a la marea de la tarde clara,

mecerá las estepas,

y su alma en aras.

y nacerá todo cuanto la tierra emana.

 

Cuando te canses de los yugos

y vuelvas a bailar la noche entera,

cuando la luna sea el sol

y con él, tu sonrisa las estrellas.

 

¡Sí! ¡Cuando brillen las estrellas,

y me eleves contigo a ellas!

Que ya volverás a ser morena

en otoño, entre las eras.

 

Cuando vuelvan los amigos

y renazcan los amores.

¡Cuando resurja el pueblo vivo,

de la Mancha, de los labradores!

 

 

 

               Torres de La Mancha

 

Tres torres soñolientas

alzadas sobre el horizonte,

señoras de un castillo

que contemplan la eternidad.

Observando mil soles

que desbordan los amaneceres,

llorando

junto a un millón de corazones,

que por su Mancha caminan,

que por tu Mancha sueñan.

 

Tres Torres,

como tres caballos desbocados

blancos como la luna

que a la noche sus tristezas cantan

soñando, por los campos

de trigo, sangre y vid.

Perdidos como lagrimas del cielo

por los nostálgicos caminos

donde anduvieron pastores

guiando las ilusiones 

de un pueblo que calla sediento,

y gime olvidado.

 

Mancha de carrascas

de pinos y de almendros

donde florecen atardeceres

más que solitarios, eternos.

Donde los horizontes

nacen en la tierra

y expiran más allá de los sueños,

donde las estrellas vuelan y navegan

hacia los campos, que se hunden

en el fondo del universo.

 

Mancha humilde

Mancha linda y hermosa

de verdes primaveras

y largos letargos del otoño

Mancha donde mi corazón nació

Mancha de niebla y bruma

Mancha muerta,

y tan solitaria.

 

No son sus oficinas,

ni sus ciudades, ni sus carreteras,

Son sus pueblos olvidados,

y sus calles polvorientas.

 

Es el silencio de sus iglesias

con sus campanarios

mudos y atormentados.

son sus campos de tristeza

es su alma olvidada y muerta.

 

Son sus caminos encendidos

de lágrimas y amapolas.

Son sus raíces perdidas

en los cementerios como rosas dormidas.

 

Son sus viejas casas vacías

son sus batallas perdidas

Que aun así vencen al tiempo,

todavía sobre mi corazón.

 

¡Hay, corazón de la España silenciosa!

del pensamiento callado y recogido.

Por tus campos olvidados

cabalga la melancolía,

por tus pinares abandonados,

envueltos en jirones de niebla,

sueña mi alegría.

 

Sobre el Guadiana, y el Júcar,

Pueblo del sol tierra mía,

tu por siempre

su nombre arrastrarás.

 

¡Tan finita es la mente,

tan universal es mi Mancha!

Que mis ojos a los suyos

a mirar todo no alcanzan…

 

 

               Epilogo

 

Tres torres que son molinos

guardando el trigo de muerte herido

tres torres, que son segadores dormidos

soñando a su tierra, entre el grano molido.

 

¡Yo me voy con ellos, es mi destino,

dormir entre sus campos verdes y amarillos!

 

 

OrT   2009

 

Memoria

 

 

 

Tierra manchega!

Corazón de caliza y barro

que por sangre llevas

el azafrán amargo

trenzado en primaveras

sobre tus cabellos largos.

 

Morena, morada, preciosa

como las flores de los cardos!

levántate! hincha tu orgullo!

el que por ser humilde

las Españas te quitaron.

 

Porque eres patria

de jornaleros libres

y de poetas sabios

que dejaron los laureles

en el panteón de los campos.

 

Tierra manchega!

reina de los llanos!

alza tus dos manos

honra tu nombre

y no dejes que borre

el olvido el recuerdo

de tus antepasados.

 

 

Ort

Robles

 

 

Voy caminando.

Compostela amanece enriquecida

de aire fugitivo de las montañas

feliz a su manera, verde y gris

entrometida entre la niebla rígida,

como un muro que de súbito

hace caer la lluvia sobre la vida

con su lengua de rocío sobre la tierra

patria de flores gorriones y saliva

que alcanza a encontrar el cielo,

hasta acabar en los paraguas

de caminantes que miran al suelo

y llevan su felicidad escondida.

 

Miren que yo,

no acostumbrado al aguacero

sino más bien a un sol señor y dueño

acechando a la única sombra

de un pino, bajo infinitos viñedos,

escribo sobre esta patria

y no lo hago mezclando mis anhelos

que allí quedaron otros sueños.

Pero escuchen que, sin consuelo

veo una Galicia llorando a sus robles,

que antes, rica, tenía cientos y cientos

y que lápidas de eucaliptos enormes

han acabado siendo,

y ahí,

es entonces cuando yo me acuerdo

del nombre de mi patria chica,

y su escudo con tres fantasmas

alzándose perdidos en el tiempo

que son el recuerdo de un bosque

del que huyeron hasta los esqueletos.

 

Es curioso por donde fluye la mente

y como enlaza los pensamientos

mientras se camina hacia un destino

en mi caso, entre enormes monumentos,

bajo mojadas calles y algunos robles viejos

que pueblan Santiago junto a otros nuevos,

y que haciendo volar mis sentimientos

hacia ti, Villarrobledo, me hacen escribirte,

pero cuanta envidia sentirías al verlos!

tan hermosos

y tan inmensos.

 

Ay de ti! alguno te queda,

o un par acaso, al menos

eso cuenta la leyenda 

eso dicen tus viejos

aunque lleven esas semillas

tus hijos en un gran eco

dispersado en otros lejanos pueblos

donde plantaron ellos la noche

estrellada de tus páramos eternos.

 

 

Ort    016