Que me escuchen
Que se apaguen los clarines
¡Que me escuchen!
Vientos, aires, flores.
¡Que me escuchen labradores!
Cielos claros como manantiales,
que tiñan de rojo amaneceres
¡Y como el mar pinta barquitos
en los ojos, cuelguen claveles!
Los jardines de las nubes
¡Que me escuchen!
y florezcan de violetas
¡Que me giren las veletas!
Guiándome de oriente hasta occidente
¡Que ya viene a segarte
el dios de poniente, cargando
en sus hombros, la bóveda celeste!
Pueblo llano y claro, ábrete.
¡Escucha mi corazón clamar!
Desde las montañas a los valles
¡Escucha a mi alma llamarte!
Que ya vienen los hombres
a robar tu aliento adolescente.
Las flores que derraman los amores
vienen a llevarse, ¡Tu corazón caliente!
Que ya vienen, que ya se sienten
¡Escúchalos juntos gritar!
Al son del cielo que sale y se esconde,
¡Al son del mar hecho cielo, que se rompe!
Y sobre tus pies augusto se muere
escúchalos llorar, reír, esperar…
Escúchanos juntos al alba soñar,
y míranos pacientes, caminar y caminar…
El árbol y la Noche
Llora, la noche llora,
y el aire se levanta.
Se mueren las estrellas,
en los labios del alba.
La luna de nata clava,
envuelta en nebulosas
negras alas celestes,
a las altas esferas blancas.
Aguijoneada carne el cielo,
de luto y luz por los astros
viejos de las colmenas.
Partida y melancólica
el alma de la tierra;
por el árbol que se muere.
Por las hojas que le lloran.
Grita el viento, grita
y las campanas doblan.
en sus copas de hielo gira,
las ramas con plata adornan.
Un árbol solitario
derrama soñando
otoñales bostezos
y en su vigilia los lamentos
se esparcen silenciosos,
quietos.
Plata en sus sueños,
y en sus ramas veleros
navegando morenos,
de sus manos al cielo.
Oro en sus ramas, oro.
Las hojas ya cantan
disfrazando a los luceros.
Grita el viento, grita
y las campanas doblan.
En sus copas de hielo gira,
las ramas con plata adornan.
Llora, la noche llora
y el aire se levanta.
Se mueren las estrellas
en los labios del alba
Tierra en primavera
Cuando te vea, vestida de verde
mi piano levemente mecerá
a la marea de la tarde clara,
mecerá las estepas,
y su alma en aras.
y nacerá todo cuanto la tierra emana.
Cuando te canses de los yugos
y vuelvas a bailar la noche entera,
cuando la luna sea el sol
y con él, tu sonrisa las estrellas.
¡Sí! ¡Cuando brillen las estrellas,
y me eleves contigo a ellas!
Que ya volverás a ser morena
en otoño, entre las eras.
Cuando vuelvan los amigos
y renazcan los amores.
¡Cuando resurja el pueblo vivo,
de la Mancha, de los labradores!
Torres de La Mancha
Tres torres soñolientas
alzadas sobre el horizonte,
señoras de un castillo
que contemplan la eternidad.
Observando mil soles
que desbordan los amaneceres,
llorando
junto a un millón de corazones,
que por su Mancha caminan,
que por tu Mancha sueñan.
Tres Torres,
como tres caballos desbocados
blancos como la luna
que a la noche sus tristezas cantan
soñando, por los campos
de trigo, sangre y vid.
Perdidos como lagrimas del cielo
por los nostálgicos caminos
donde anduvieron pastores
guiando las ilusiones
de un pueblo que calla sediento,
y gime olvidado.
Mancha de carrascas
de pinos y de almendros
donde florecen atardeceres
más que solitarios, eternos.
Donde los horizontes
nacen en la tierra
y expiran más allá de los sueños,
donde las estrellas vuelan y navegan
hacia los campos, que se hunden
en el fondo del universo.
Mancha humilde
Mancha linda y hermosa
de verdes primaveras
y largos letargos del otoño
Mancha donde mi corazón nació
Mancha de niebla y bruma
Mancha muerta,
y tan solitaria.
No son sus oficinas,
ni sus ciudades, ni sus carreteras,
Son sus pueblos olvidados,
y sus calles polvorientas.
Es el silencio de sus iglesias
con sus campanarios
mudos y atormentados.
son sus campos de tristeza
es su alma olvidada y muerta.
Son sus caminos encendidos
de lágrimas y amapolas.
Son sus raíces perdidas
en los cementerios como rosas dormidas.
Son sus viejas casas vacías
son sus batallas perdidas
Que aun así vencen al tiempo,
todavía sobre mi corazón.
¡Hay, corazón de la España silenciosa!
del pensamiento callado y recogido.
Por tus campos olvidados
cabalga la melancolía,
por tus pinares abandonados,
envueltos en jirones de niebla,
sueña mi alegría.
Sobre el Guadiana, y el Júcar,
Pueblo del sol tierra mía,
tu por siempre
su nombre arrastrarás.
¡Tan finita es la mente,
tan universal es mi Mancha!
Que mis ojos a los suyos
a mirar todo no alcanzan…
Epilogo
Tres torres que son molinos
guardando el trigo de muerte herido
tres torres, que son segadores dormidos
soñando a su tierra, entre el grano molido.
¡Yo me voy con ellos, es mi destino,
dormir entre sus campos verdes y amarillos!
OrT 2009