La noche más brillante de mi vida

 

 

 

Clara, imposible, radiante

la noche más brillante

de toda mi vida

comenzó sublimemente oscura

sonámbula, profunda

deslumbrante,

te contaré su travesía…

 

Un suspiro quizás

un soplo de aire y luz

fue apartando con cuidado

las constelaciones agonizantes

de la cerrada madrugada

y cuando comenzaron a caer

desde lo alto, y a derrumbarse

como un ramo de rosas heridas,

lentamente derramándose

el azul marino del nuevo día

te acunó entre sus mejillas,

y mientras tu dormías,

soñando te dejó en el mundo

con cariño, sobre sus orillas

tras ese largo viaje tuyo

surcando las estrellas encendidas.

 

Dobló después las velas

nebulosas la luna llena

como blancas lagunas tranquilas

y guardándolas bajo tus brazos

las agarraron con fuerza

tus manos pequeñitas

¡ay de mi amor! ¡que parecían

dos racimos

de pequeñas margaritas!

 

Aldebarán,

la portadora de la antorcha,

en la cola espumosa

de la celeste diosa,

junto a las pléyades,

cual césares,

de ti se despedían

y cuando el cazador Orión,

se cansó de perseguirlas,

anunciando la Aurora

con su purpura de amor

y su carro de violetas

la llegada del rey sol

con su corona de planetas

al alejarse esparció

la luz de la vida

sobre tus parpados cerrados

como si fueran semillas

abiertas y amarillas

uniendo tu corazón

al del firmamento

mientras nacías.

 

y de ti se alejó aquel navío de sueño

que te dejó tiritando en aquel puerto

siguiendo su camino por los luceros

a través del misterioso universo

mientras la tierra bailaba

sobre el espacio y el tiempo

 

en una danza sin fin,

sin freno

sin melancolía.

 

Aquel día

tu mano sostuvo mi dedo

y mientras dormías

con ternura infinita

mi corazón callado

se reflejó en tu rostro

y lloró la más dulce

de todas las poesías.

 

 

 

Ort 2019

Pasaje Nochero

 

 

 

 

A una palmada

 

caen los astros

y bajo las alas

de una paloma

de media luna,

por callejones

donde las velas

de los balcones

nada alumbran,

bajan a posarse,

cuelgan figuras

de sus sombras

cual sombreros

para las musas

que desnudas

por las calles

invocan ebrias

en la penumbra

de los portales,

de astros la furia

estrellada de la lluvia.

 

Que los luceros

blancos, caídos

 

brillen y refuljan,

su danza no pare,

 

y los faroles,

que la belleza

con su luz denuncian,

 

lloren enamorados

de sus melenas rubias.

 

Que rocen con los pies

las margaritas tristes

 

de las aceras oscuras,

y como las antorchas

 

se enciendan febriles,

y alcancen con sus dedos

las olímpicas lagunas.

 

 

 

 

Ort. 2018

Nana de las estrellas

Pegasus

 

 

Vuelve a pasar el planeta

por donde hace hoy años

lo quiso detener un beso.

Se alinean las constelaciones

las mismas, las tuyas y mías

evocando un mapa de deseos

por el que cruza ahora la Luna

ansiosa por que se unan tus ojos

a la danza de los astros y los luceros.

 

Al oído te las voy a ir nombrando

siquiera sea por consumir tiempo

entre mis labios enamorados

y tu oído presto a las noches inmortales

donde mora siempre la imaginación

 

En lucha contra la serpiente Hidra

tienes a Hércules, inmortal guerrero

y al caballo Pegaso, con sus alas

sobrevolando blanco el negro cielo.

La corona Borealis de la diosa Adriana

hija de Minos, abandonada por Teseo

y la vanidosa Casiopea, hija del rey Cefeo

esclava de su silla y su pluma, su trofeo

su hija Andrómeda, Galaxia enorme

y la mujer más bella del monte Olimpo

donde duermen los dioses griegos.

Cerca esta su amado y noble Perseo

asesino de Medusa e hijo del Dios Zeus.

Vega brillante sobre la Lyra de Orfeo

convertido en cisne y allí arriba

la Osa Mayor, la cual guio a Ulises

desde Troya hacia Ítaca por el Egeo.

Y allí, centelleante, la leche derramada

del pecho de la Diosa de Diosas Hera

y que no es más que una enredadera

de millones y millones de lejanas estrellas

 

Y el Escorpión y El Águila

y con la Estrella Polar, la Osa Menor

que marca siempre el norte

y ha de velar el sueño del amor

más otros tantos millones de astros

que nos miran desde el hondo

océano eterno de la noche

y que vendrá a azularnos el Sol…

 

Y así pasen cien años más

abrazados tu y yo,

mirando al firmamento

desde este humilde balcón

al que llamamos tierra

entre besos y leyendas,

y cuando caiga el telón

miraré yo esos dos luceros

que por ojos llevas

pues no hay cielo más sublime

ni más hermosa constelación.

¡Pero cuánto pierde el mundo si los cierras!

 

 

 

 

Ort.