-I-
Escóndete, misteriosa
que nadie te vió nacer
y no te irán a empobrecer
ni el verso frío ni la prosa
con sus palabras. A demoler
tu palacio de luz borrosa
vienen, con un pico y una rosa
sin saberlo, ¡ay!, sin querer.
Si solo con mirarte y ver
y reconocer en ti una diosa
toda la marea rumorosa,
sonámbula, te quiere coger.
Si el lobo, hasta el amanecer,
con su lengua pavorosa
te aúlla, y tú, una losa
de mármol blanco finges ser,
¡y no lo eres!, ¡tú!, ociosa
de jardines y tabernas
amante furtiva de poetas,
celadora de aquellos ojos
que yo siempre buscaré…
escóndete!
Cómo no van a manchar
tu blanca y lejana piel
si por amor los llevas
a los lechos y después
los dejas enloquecer!
Ay luna lunera,
¡Escóndete!, recoge
la sábana de estrellas
que dejaste caer
al desnudarte y vístete,
que sangra mi pluma
si desde la ventana me llamas,
y me dices, que me ves.
-II-
Pero ella,
aquella navaja
afilada, blanca,
con su asta,
la carne del corazón
del poeta arrastra.
Y alzando su sueño
lo levanta
hacia el cielo
junto a su velo
del que él se agarra
Mientras ella
como una hechicera
Le habla…
-III-
Luna Menguante
Luna nueva
Luna Creciente,
Luna Llena
Que te miran,
desde una almena,
como cuatro amantes
en una sola escalera
de caracol y marfil
de sonrisas y de pena,
esperando que aquí subas
a contemplar desde nuestros ojos
todas las semillas de arena
que esparcidas en la noche
solitaria
quedan.
Ven,
cierra tus ojos
y como las espigas
movidas sin aire,
solamente por amor,
como las estrellas,
sueña,
que seremos veleros
surcando los cristales
del agua apasionada de las riveras
deja la pluma,
mírame
ven.
Que la mirarás a ella,
a Elena,
esté donde esté.