Mis hermanos,
nuestra patria
es una argenta platea
de rocas asomadas
a un teatro milenario
donde los siglos
cual columbarios,
entre pinos, olivos
y algunos castaños,
flanquean las tumbas
de las musas oriundas
olvidadas con los años.
Las columnas taladas
de los templos saqueados,
la cruz impuesta
al infiel antepasado,
delimitó la tierra
de las reinas de las artes
para el pasto del ganado
y se oscureció la tierra
y el cuerpo del saber
a trozos desmembrado,
su lengua, su razón
sus labios y sus manos,
se esparció por el mapa
de la vieja Europa
que tiene el corazón de espada,
y en el filo sus ojos clavados.
Viendo tu páramo
vetusto monte
rey Parnaso,
golpean en mi corazón
los ecos de tu pasado
y la tinta azul celeste
de mi rizada pluma
se torna de un negro
tenebroso y calcinado
por la amargura del olor
a tantos libros quemados,
mutilados por los hombres
que a la hoguera los arrojaron
sabiendo y sin querer saber
que en invierno letra a letra
se calentaban con los astros!
Pero también allí,
al abrigo de los rayos
del sol nacen salvajes
los laureles que antaño
sirvieran para coronar
a cantores, poetas
y amantes
con sus liras bajo los brazos,
y allí resuenan aun
las aventuras del Argos,
de Jasón y Medea,
la cólera de Aquiles o la Odisea
y es por eso que hasta allí
han ido volando
los espíritus liberados
de cada uno de los cantores
que este diablo mundo ha dado,
famosos y humildes, allí,
de todos guardan los arboles
del laurel encerrado su canto
y como hojas sin nombre,
al viento se mueven bordando
de más semillas los aires
para hacerlas germinar
soplando en otros campos.
Esto es lo que sentí,
bajo él, hermanos,
y mientras me alejaba
tornaban la vista atrás
mis ojos cautivados
para mirar una vez más
sus cabellos erizados,
extendidos desde lo alto
del cielo casi al pie
del mar Mediterráneo,
volando verdes, grises
y pardos, al rubí ocaso
de un día que moría
conmigo enamorado.
Hasta que el sol se puso,
no deje de mirarlo.
A todos mis hermanos
Muy bueno Poeta.