Las Alas

A Marisa.

Cuando perdiste lo más importante

que es la vida,

y cubriendo todo la sábana de la noche

cuarteó rozando las yemas de tus dedos

que sin saberlo se inyectaron

en el universo cuales suaves rascacielos

triturado sin saberlo,

el corazón del relojero

que medía tus besos

y se quedó en la tierra

contando los recuerdos,

Cuando se derramó sobre tu alma el mar entero

quedando sobre la arena la espuma

esmeralda de una pequeña ola como aliento

final y tu cuerpo

se convirtió en arenisca y estallaron pesadas

las cadenas que te ataban fundiéndose

como espigas y altas cumbres nevadas

blancas, sobre el negro firmamento

para abatir y cambiar tus dos ojos por luceros,

cuando la crisálida clavelina que nació

aquel día

en lo más alto del monte del Corberu,

asomada sobre el océano

cayendo hacia la Grúa cerro sus brazos tiernos

y volando marinera sobre los suaves vientos

danzó una última vez más sobre aquel Paseo

elevándose sobre las corrientes

más allá de las líquidas manzanas

y los ardientes hayedos, y de las campanas

que guardaban los grillos en sus gargantas

y mucho más allá de los sueños

supe, supimos, supieron

que el cosmos te entregó dos alas blancas

para cuidar de todos aquellos para quienes

te fuiste demasiado pronto

y que jamás te olvidaremos.

Lo que hoy es una cantera enorme

de lagrimas y ecos, será mañana vida

renaciendo al paso lento de la noche,

en la luz de su inocente mirada,

la constelación

de tu recuerdo.

                                             Para José Luis, Martín y Elena

Ort. 2021.

Triste filípica enamorada

Como una última broma

que repentina prometen

los que una gran sonrisa

llevaron siempre por flor

en la solapa de su camisa,

te marchaste, y tu muerte

llegó como una puñalada

de besos derramados,

como un golpe frio

gélido y helado de la brisa,

sin advertencia, sin prisa,

pues no tienen urgencia

las personas infinitas,

los que una eterna huella

han dejado en las comisuras

de los labios, pequeñitas

de tanto reír, ahora tibias

ahora huérfanas, amarillas

como una rosa marchita

dejando seca la tierra

de llorar, convirtiéndola

en dura arcilla negra,

¡pero que grandeza

hay en la tristeza que dejas!

qué campos de recuerdos

y de anécdotas, qué cosechas

que se repetirán en sueños

mientras nuestros abrazos

y las risas y las miradas

sin hacer caso a la muerte

cariñosas, vívidas, volarán

sin que nos demos cuenta.

Felipe, amigo, qué tierna

tuvo que ser la parca

contigo para merecerla

que hasta ella sintió pena

de la alegría que dejas.

no habrá jamás en el mundo

poeta que justicia le haga

a ese inabarcable poema

que fue tu vida a ese viaje

que manchan ahora

una a una mis lagrimas

pero que no dejaré

que enturbien mis letras,

hoy los vinos rosados

son algo menos brillantes

y las sonrisas más serias

sin ti, sin ese amor

sin ese resplandor

que se ha llevado dios

y que ahora nos deja

el corazón partido en dos.

 

Pero no hay noche

que sea eterna, ni luz

que no la asombre,

ni pena que mil años dure

y volverá a florecer

de entre las tinieblas

tu alma junto a la nuestra

en las bocas y las lenguas

herederas del cariño

que dejaste

y que ahora no aciertan

sobre el tristísimo suelo

a hacer callar las penas.

No habrá lento olvido

que pueda hacer borrar

aquella querida cerveza

que nos debemos

mientras todos

los que te hemos amado

uno por uno

nos vayamos encontrando

contigo a las puertas

de los cielos

entre las nubes

bajo las estrellas.

 

Hasta siempre amigo

marcha con la cabeza alta

el corazón valiente alzado

y la mirada resuelta

que amor y solamente amor

nos dejas.

 

Hasta siempre Felipe

adiós.

vuela.

guardo un lugar

en mi mejilla

solo para ti

que siempre te recuerda

para cuando nos veamos

y alces tus brazos

y me llames

con aquel tono

burlón y cariñoso

y tu sobrino acuda

para contarte una eternidad

y pedirte felices cuentas.

 

adiós.

 

 

 

                Lleva corona de gloria

                Coge el revuelo del desvelo por amores

                Cuando el rodar de la noria

                Tapó con velo todo aquel cielo de colores

 

               ¡Ay Campanera!

               Es el amante que espera…