
A Marisa.
Cuando perdiste lo más importante
que es la vida,
y cubriendo todo la sábana de la noche
cuarteó rozando las yemas de tus dedos
que sin saberlo se inyectaron
en el universo cuales suaves rascacielos
triturado sin saberlo,
el corazón del relojero
que medía tus besos
y se quedó en la tierra
contando los recuerdos,
Cuando se derramó sobre tu alma el mar entero
quedando sobre la arena la espuma
esmeralda de una pequeña ola como aliento
final y tu cuerpo
se convirtió en arenisca y estallaron pesadas
las cadenas que te ataban fundiéndose
como espigas y altas cumbres nevadas
blancas, sobre el negro firmamento
para abatir y cambiar tus dos ojos por luceros,
cuando la crisálida clavelina que nació
aquel día
en lo más alto del monte del Corberu,
asomada sobre el océano
cayendo hacia la Grúa cerro sus brazos tiernos
y volando marinera sobre los suaves vientos
danzó una última vez más sobre aquel Paseo
elevándose sobre las corrientes
más allá de las líquidas manzanas
y los ardientes hayedos, y de las campanas
que guardaban los grillos en sus gargantas
y mucho más allá de los sueños
supe, supimos, supieron
que el cosmos te entregó dos alas blancas
para cuidar de todos aquellos para quienes
te fuiste demasiado pronto
y que jamás te olvidaremos.
Lo que hoy es una cantera enorme
de lagrimas y ecos, será mañana vida
renaciendo al paso lento de la noche,
en la luz de su inocente mirada,
la constelación
de tu recuerdo.
Para José Luis, Martín y Elena
Ort. 2021.