Paisajes de Peñafiel

 

 

 

Las nubes ahorcadas y espumosas sobre el cielo.

Las torres hincadas, sobre lo alto, casi en vuelo,

cual crestas de la montaña, atraviesan los vientos

a caballo, los cabellos de las flores del almendro.

 

La corriente alargada del Duratón parece un duelo,

un verde velo que al verse morir renace ligero

como un marinero que dormir quiere en el gran Duero,

con la promesa del océano, el río acelera su vuelo.

 

Aquí todo vuela, vuelan las horas

que parece nunca se movieron.

Las tiernas aves en parejas vuelan,

vuelan, hacia los nidos pasajeros

de los pinos altos que las esperan.

 

Se descifra en los páramos yermos

la vida infinita de las flores bellas

y en las vegas, bajo cielos abiertos

y en las calmas y tranquilas riberas

 

donde renace una y otra vez el amor

y el fantasma del conde Lucanor

camina silencioso por las almenas

de aquel castillo de blanco resplandor

 

de luz de luna de día

y de noche de estrellas mensajeras del sol.

 

 

Ort- 04-18