Nos vemos en los sueños,
allí donde el tiempo es ámbar,
congelando los besos.
Donde las nubes
son mármoles ligeros,
bellos, que rozan blancos
la inmensidad de los cielos.
Donde los ecos son fuentes
y las fuentes gargantas
y las gargantas desfiladeros
por donde caen los torrentes
espumosos de los ecos,
de los ecos,
del roce de nuestros cuerpos.
Nos vemos en los sueños
donde hay bosques azules
y la tierra es un bosquejo
de luciérnagas que la trazan
al elevarse brillantes
dibujando un lucero
que encuentra su órbita
recta en la almohada,
de tus labios entreabiertos
a los míos, quiméricos,
que no dejan de buscarte,
mientras duermo.
Y en esa patria sin tiempo
te abrazo hasta morir
para renacer al abrir los ojos,
cerrarlos después,
y como cayados ciegos
hundir mis mejillas y mis dedos
sobre tus quietos cabellos
y así dormir
dormir hasta que parta de nuevo
ese verde velero
que navega sobre un espejo
donde flotan
como eternos jardineros
de olas nuestros cuerpos.
Una respuesta a “Nos vemos en los sueños”