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Locura

 

 

                                         Cuando acabé mi condena

                                         me vi muy solo y perdido…

 

 

 

Eran las dos en punto de la tarde.

Se despachaban ya las hambres

en las tabernas, mientras en las calles

los tañidos de las campanas viejas

de las iglesias compostelanas, muertas,

vagaban volando por entre los rincones

y las ventanas, golpeando las piedras,

doblando grises por la España negra.

 

Del llanto del cielo y de sus heridas abiertas

allá donde un blanco rayo las nubes quiebra

vistiendo un arco de rosas lirios y azucenas

ahogando en la locura los tonos de la tristeza

salen las Marías a pasear, devolviendo vivas

los colores que robó el silencio de las armas

a la libertad de un pueblo y a la tierra.

 

Las dos luceros, de oscurísimos ojos cenicientos

oriundos y pequeños, vibrantes engullendo la luz

y devorando la grisácea cuenca seca de los sueños,

ávidos de besos de la posguerra, caminan alegres

por entre las mazmorras calladas del pensamiento.

Sus almas son dos telescopios quebrados mirando

los huesos del universo entre las crisálidas calles

aguadas del invierno, que las reciben primaverales.

Los estudiantes las buscan y comparten su locura,

algunos vecinos las cruzan, sonrientes las saludan,

otros clavan su odio de penumbra con fiereza muda

sobre las Marías que sostienen la vista, desafiantes

con sus miradas penetrantes, orgullosas, insurrectas

pero que guardan más allá, en lo más hondo de estas

un pozo de océanos de lágrimas en sus pupilas

que tomaron sus mejillas por estrellas.

 

Locas las llaman, al caminar por Santiago

vestidas como los aires entre las flores

que crecen libres brotando entre la hierba,

maquilladas como un beso de luna llena,

con sus labios rojos de eternas cenicientas

con cariño las llamaban libertad, igualdad

y fraternidad y recuerdan

 

Los vecinos, taciturnos al verlas, recuerdan…

 

Recuerdan como las torturaron, recuerdan,

como las violaron, una y otra vez, recuerdan,

los insultos por las calles, el hambre vil

su casa destrozada en las noches de terror

con los falangistas golpeando sus puertas

las recuerdan, desnudadas en plena calle,

bajo la lluvia llorando, tratadas como perras

mientras abrazadas insultaban los soldados

de corazón negro como las mismas piedras

y cortaban sus cabellos dejándolas yermas…

La vergüenza, recuerdan, como las tildaron

de rojas, de anarquistas, de putas, de infectas,

y tuvieron que cerrar, costureras hambrientas,

pobres y desconsoladas su pequeña tienda

convertida desde entonces en una sepultura

Los callados vecinos al verlas recuerdan,

como la tristeza y el horror se tornó locura,

y la locura las impulsó a vivir desmadejando

los minutos como si fueran años y los años

relojes que viajaran para atrás, hacia la dulzura

y así poniéndose de nuevo sus mejores galas

las más vistosas quien sabe si cual bofetadas

al mundo decidieron ser flores de juventud

puras ya para siempre y del fango resucitadas,

en vida de la muerte, se lucían todos los días

huyendo, a las dos en punto de la tarde

cuando doblaban las campanas,

de los barrancos más oscuros de la desesperanza.

 

Entregadas a un pueblo

que destrozó sus corazones

como la luna a la nada,

y a otro pueblo humilde

que las salvó de la miseria

y les dio todo cuanto ellas

nunca pidieron,

pero necesitaban.

enseñando al mundo

y a la brutalidad tirana

que el odio jamás podrá

contra la voluntad humana.

Pero jamás pudieron

borrar de sus corazones

la locura que los anegaba

como un estigma infame

de la dictadura del silencio

y de la guerra

y de la vergüenza amarga.

 

 

Una se llamaba María,

la otra Coralia

y allí son recordadas

hasta por la misma lluvia

siempre blanca,

reina de todos los colores

de las flores y que sonríen

cuando se visten mojadas

por entre las callejuelas

de sus vestiduras iluminadas

como un lienzo melancólico

haciendo brillar bajo el agua

junto al arco enorme del sol

a la ciudad compostelana.

 

Son las dos en punto.

quién saldrá

cuando doblen

las campanas…

 

 

 

                                Sus amigos le preguntan,

                                y todos le preguntaban:

                              ¿de dónde vienes Juan Simón?

 

                              soy enterrador y vengo

                             de enterrar mi corazón.

 

Ort. 2019

 

Acerca de orteguilla

Poeta, o lo sueña. Humanista, agarrado a un mastil de conocimiento como un naúfrago en un océano sin fin. Y músico, que mientras lo goza, lo intenta... Me gusta emborracharme de letras, pensar mientras la cerveza corre y Mozart suena, y cuando sale la Luna llena, huir por ser la presa, pero me atrapa y me devora, me sube a las estrellas y deja mis zapatos en la tierra. Al escribir, soy un poquito más libre, como una flor morada de cardo, que colina abajo rueda...

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