San Vicente duerme.
La ciudad entera
sueña bajo mis pies
y entre yo y las estrellas
una blanquecina niebla
una nebulosa espuma
gigantesca se extiende
vibrante
rajando su perfil a veces
el fantasma
brillante de la quebrada luna
Este baile de ausencias
hace aún más solitaria la calle
y a este lunes de borrachos escondidos
con su noche plagada de cicatrices
de hojas inmensas de blancos olivos,
la luna,
sierras en las nubes negras proyecta
sombras que se llevan los vientos al olvido
la madrugada,
esa esmeralda oscura vestida entre tinieblas
cubre los lejanos ojos furtivos de las estrellas
pero ellas siguen brillando bajo el mundo
como las noches en que los jornaleros siembran
ya darán su luz, ya,
de momento
son difusas acuarelas
y si estás atento
a veces,
entre esa herida abierta
en el cielo se aparece,
ella, la luna, a veces,
y te besa,
y te mira,
luego se desvanece.