Sueño del Viajero Errante
Sólo las personas que se atreven
a ir demasiado lejos logran descubrir
hasta dónde pueden llegar.
T. S. Eliot
Sobre los roídos y viejos raíles
el viajero y el tren en silencio se abrazan.
Sus sueños son tan infinitos, que traspasan
la esperanza por la que cabalgan,
y que estación tras estación,
como un velo de seda al viajero abrazan.
Al comenzar su destino
sobre las nubes sangrantes
y crepusculares del tiempo…
-I-
Sueño del viajero errante
sobre la luz crepuscular.
Cada parada, una luz, parpadeante,
hacia los luceros de la eternidad…
Primera estación; dolor…
Ah! el dolor…antiguo conocido,
tantas veces tus calles he recorrido…
¡Tantas noches en mi corazón,
tu mano fría y sobrecogedora he sentido!
Que por ti, mil veces he llorado y lloraré;
por el amor perdido…
¡Dolor, de mis dolores! cielo ajeno,
sin colores. Tú, carcelero de mis amores,
cabalga sobre la noche del tiempo,
luz de sueño, de velas, de flores…
Y que el tren, de nuevo, comience a volar.
Abrazado a las alas del sueño, ¡Que se eleve!
Rompiendo los destinos mientras imagina
sobre un cielo, que dibuja lagos de melancolía
Próxima estación; melancolía…
La melancolía son mil ilusiones encerradas en sobres lacrados
envueltas en llantos y dolores por el tiempo al alma arrebatados.
Por ti, melancolía, mis abriles siempre estarán marcados.
La mano sobre el corazón, la mirada sobre la eternidad…
Esa es la melancolía…El perder y el ocultar,
La rosa que no dejaron jamás crecer libertad.
Melancolía de mis melancolías
que agarras mis noches susurrando,
inunda súbitamente mis recuerdos,
desata ya, las tormentas, y los llantos.
Y el tren, de nuevo comienza a navegar,
desplegando sus ojos de metal empapados en rocío
que al propio viento más tarde envolverán,
para volar sobre las hoces ardientes del camino,
Al que alejándose de todo terreno conocido
al crepúsculo dorado de unos labios amarán…
Por caminos que no alcanzaría nunca el sol,
y que despertarán nostálgicas miradas
sobre los recuerdos marchitados del viajero…
Sueño del viajero errante
sobre la luz crepuscular.
Cada parada, una luz, parpadeante,
hacia los luceros de la eternidad
Próxima estación; tristeza…
Una rosa junto a un llanto y una lagrima desoladora,
una piedra, junto a una ventana que no escucha,
a los latidos de una soledad enloquecedora.
El mal más conocido, y menos entendido todavía.
Un mal que mata y la cordura poco a poco arrebata,
tristeza… ¡Que corta es la vida, y que larga tu agonía!
Tristeza de mis tristezas,
letargo de las frías madrugadas,
descúbreme el crepúsculo
de las veredas blancas y doradas.
Y el tren sigue soñando
sobre los atardeceres que niegan las palabras.
Que ciegan el alma y manchan de auroras los ojos.
Sobre las nubes, que rojizas, van y vienen,
Los pájaros como ángeles trazan caminos
sobre los cielos, sobre los horizontes rojos y tardíos,
reflejados como cristales en las pupilas del viajero.
Próxima parada; soledad
Un corazón, polvoriento en un cajón, allí mora,
sobre una eternidad que acaricia el desamor.
La soledad es un reloj marcando una hora,
Por la noche detenido, en algún triste camino.
Es un velero sin alas, desterrado y medio hundido,
perdido en un mar, entre la niebla y el destino.
Soledad de mis soledades,
en tu crepúsculo mis lagrimas crecen
se esconden, mientras en tu ventana
se derraman, se retuercen y se rompen.
Y el final del camino espera,
y los ojos de este tren sobre cielo se elevan.
Junto a este atardecer que rescata la esperanza
y los letargos que nacen, en la libertad del sol
que como un galeón surca el basto universo.
¡Ni las olas de la tristeza su camino detiene!
Ni a las hordas de soledad, su sueño teme…
Última parada; esperanza…
Una vela prendida de un sueño latente.
La esperanza,
es un corazón apuñalado y penitente.
Lagrimas que custodian la felicidad.
La esperanza,
arrebatará al viajero su oscuridad…
Esperanza de mis esperanzas
tráeme la luz, devuélvele las alas
¡Bruma en la niebla, eterna y ajada!
Al sol de mis mañanas desdibujadas…
Y un apeadero, entre el humo blanco
y cristalino, parecido a los manantiales de agua
de los lagos que se mecen en las nubes,
apareció sobre el verde lecho de la tierra.
Y nuestro cansado caminante se bajó.
Y el tren, del viajero se fue alejando.
Hacia donde los atardeceres rescataban las estrellas
mintiendo a la noche para de ella escapar.
Y que en el horizonte, revoloteaban como mariposas.
Como rosas carmesí, de amor soñolientas.
Como chispas de sueños, de amores sedientas…
Así acaba el Sueño del viajero errante
Sobre esta luz crepuscular.
Cada parada fue una luz parpadeante
Hacia los luceros de la eternidad…
Ort.