Atrapado.
El hombre, consumido en el hombre.
libertad y condena, esperanza y desierto.
Con sus pies se sostiene sobre la tierra
con su imaginación se eleva hasta el cielo.
Lo moldea la vida cual barro en arena y viento
lo destruye lo que ama, lo encarcelan
sus propios sentimientos.
Encadenada.
La noche atrapada en el día
sombra y luz esparcida sobre el sueño de la vida
unos coleccionando el brillo moreno de los luceros
cuando se cubre de oscuridad la tierra que gira
otros imaginando sus fantasmas en los cielos
azules cuando la luna aparece tardía
en el horizonte ardiente carmesí de nuestras fantasías.
Oculta.
la melancolía disfrazada de sonrisa en la tristeza
indescifrable, velada a sus ojos, en tinieblas.
La esconde el ser humano, aun así, por el mundo,
sobre la hierba de los páramos del alma
su negrura atormentada erra,
¡como océanos de lágrimas congeladas!
como puñados de margaritas secas.
En una tumba vacía donde no queda nada
salvo el silencio de la misma nada que lo puebla.
Y así se hacen montañas y glaciares
de condenas que nos van cubriendo
acumulándose en el alma
quebrando la espalda, el sentimiento,
enterrando el sueño vaciado por el miedo.
y queda el camino oculto,
la senda libre del Ser,
el corazón enorme del hombre
bajo un blanco velo
que ni el cielo
tan cargado de esperanza
nos deja ver.
volvamos atrás
hacia atrás para buscarla
de nuevo
para volver a ser.
rompiendo
la pena del hombre que se consume
por el querer
la sonrisa que se quema
por el vampiro del ayer
y el cielo que se cubre
de nubes al amanecer
hagamos de la tristeza espuma
y del futuro primavera,
volvamos a empezar,
para creer.
Una respuesta a “Antártida”