Compostela,
después de medianoche.
Aquí reina
el imperio de la lluvia
sobre las flores
diminutas como bocas verdes
atadas a lo alto de las torres
Aquí envuelve
la niebla caprichosa
la luz de los faroles
y se asoma
la luna desde su platea
universal a los relojes
en un juego de reflejos
en los charcos de las plazas
que vienen de un río de callejones.
Lluvia y piedra
negra de las canteras
de las montañas
por donde deambulan
los fantasmas de los robles.
Compostela,
al pasar
justo la media noche,
es él pájaro que gruñe
y la campana que suena,
la gente que duerme,
y el borracho que espera.
y el caminante fluye
hacia ninguna parte con la niebla.
escuchando el redoble
de la lluvia abatida
sobre el verde tenebroso de las piedras.