A dos personas muy importantes para mí, por un lado a María José Carretero Perona, porque en esta lucha se deja el corazón, arrastrando con el suyo el nuestro y poblándolo de los ecos de la sinrazón de la humanidad ante los animales, y como no, a Sergio Fernández y su fiel hermano, su perro… no llores anda jajaja
En su mirada cabe un mundo
vestido a cada latido del corazón
de infinita clemencia y compasión
y mirando fijamente al carcelero,
no puede evitar terror, en su mirada
no, no puede evitarlo y se deshace
esperando un triste final en su prisión.
Callejero, vagabundo de ciudad,
su hermano pasa frio, cojea y aúlla
en la noche del tiempo de los lobos,
que un día fueron hermanos,
y que ahora hombres son. Parca negra
de negro, negro corazón.
Y anda, de barrio en barrio apaleado,
viendo como huye avergonzada
la condición de amigos que un día
por siempre se juraron, pasto ya,
de la insensible lengua de los palos,
que insaciables a su costado van,
destrozando el cuerpo de un soñador.
Otro hermano suyo lo recuerdan,
pequeñito y llorando, precioso y lindo
entre el cobijo seguro, recién nacido,
de su madre. Ellos recuerdan que lloraban
de alegría, saltaban corrían gemían,
al ver a su pequeño hermano cantar
la gran canción humilde de la vida,
que es la del amor, nata
de la luna en el cielo altiva…
Y también no borrarán jamás
del tiempo ni de su alma dura,
erguida a pedradas y ya por siempre
furtiva, el cartuchazo de un asesino
donde guardaba el cariño la madre
para sus hijos, y como su hermanito
recién nacido, indefenso, al lado
del cuerpo inerte de su madre
sin abandonarla, de hambre
poco a poco, llorando se moría,
pidiendo que lo acurrucara, de nuevo
como arrulla el viento la ternura
sobre los árboles y las flores,
sobre el resplandor del sol…
El mayor de los cinco hermanos
triste y peor suerte corrió, y odio,
odio y venganza encierran los versos
del autor, del poeta, hacia estos hombres,
pues solo pinta las barbaridades
que puede hacer la humanidad, aberraciones
que hieren la sensibilidad y la razón…
El mayor de los cinco, de una soga
en un árbol quedado colgó…
Con la muerte y la profunda tristeza
se bamboleaba, al viento del crepúsculo
que entrega vergüenza al hombre,
y nada más, y nada más…
Por hacerse viejo lo mataron,
al más fiel amigo del hombre
lo colgaron, ¡Lo colgaron!
Arrastraron la soga por la rama
y con sangre fría, una vida,
de una cuerda ahogaron.
¡Venganza! ¡Vergüenza!
en su último aliento
el galgo iba pensando, musitando…
¿Es que solo ven mis ojos dolor?
-se fueron cerrando-
yo te amaba, ¡La vida daría por ti!
-Sus ojos se fueron apagando-
Y la muerte me entregas compañero…
la muerte de la mano que besara
sonriendo traicionera…
Su aliento se fue marchitando,
y en la eternidad de la noche oscura
se quedó parado su corazón.
Llorando, llorando y llorando…
mientras este infame mundo
lleno de asesinos iba dejando.
Y el quinto,
el quinto galgo, caminando va,
va caminando,
esperando encontrar camino,
y por la senda va, esperando,
un alma que lo acoja con libertad,
pues como decía aquel poeta,
ojalá encuentre camino, para seguir
caminando, caminando… y soñando.
El quinto galgo va andando,
escuchando su luz decir,
que alguien lo espera,
que alguien lo esperará recitando
por placer, el puro nombre
que guarda el abecedario,
y que no es otro que una A
grande por donde empieza
el nombre sagrado de la Amistad.
Y en un albergue él espera,
y será recogido
para ser amado, para seguir
caminando, caminando…
En su corazón quedarán
sus cuatro hermanos…
hijos del amor, pero desheredados
por el corazón ingrato tantos hombres.
En su mirada el galgo los lleva,
lleva en el alma sus gritos tatuados,
pero también porta sus agradecimientos
hacia aquella persona
que lo ha acogido, al último Galgo,
y lo ha liberado del yugo
de la vil violencia de los hombres.
Y miran ahora, desde la eternidad
al último de ellos sus hermanos,
infinitamente agradecidos, pues por él,
sus corazones han sido devueltos al amor
y agasajados con los honores merecidos,
de un compañero
¡De un hermano para el hombre!
¡De un hermano!
Y torna su grito de desesperanza en canto…
El galgo, ese último galgo… Hijo del amor,
que vio reflejado en sus ojos,
en su carne y en su sangre tanto espanto…
tanto espanto…
Esperanza aúllan ahora!
Esperanza sin una gota de llanto!!!
Una respuesta a “Los cinco galgos fugitivos”