Una muchacha espera
En un puerto ,
Y al caer la media noche
Con el reflejo de las estrellas
Tiritando entre las sombras
turbadas del firmamento y la mar,
Llega por fin un velero apaleado
Con las velas deslumbradas por la luna
Y agujereadas de tanto errar.
Remendadas en medio del océano
Pues sobre tormentas
Jamás dejó de navegar
Contra vientos se batió!
Contra olas grandes y furiosas!
le procuraron llanto las diosas
y su destino le hicieron variar…
Tristes fueron las noches, los días
Que se amontonaron desiertos
Sedientos en medio del mar
Y que su cuaderno viejo lloraba
Apuñalado por la soledad,
Desembarcó en tantos puertos,
Hizo tantos retales de su alma
Para y por bandera
En la proa de su corazón, su amor llevar,
Que se fue apagando su blanca vela
Y de marfil, pasaron a negra candela
Sus alas, clamando por morir o despertar…
Envuelto de aquellas sombras marineras
recordaba el canto de las mentirosas sirenas
que le brindaron felicidad fugaz.
Pues tan solo prometían y prometían
y ante la reina de la noche no se atrevían,
ante ella, por el humilde amor jurar…
Así el marinero fue de puerto en puerto,
de taberna en taberna, de mar en mar,
entre desprecios
envueltos de sombras que se abatían en su soñar…
Vio tantos atardeceres cristalinos
Tantos fantasmas, de tantos sentimientos perdidos
Que no recordaban ya su hogar,
Que sintió una pena inmensa en el alma rota
Y quiso naufragar,
y fundirse con las heridas abiertas en el cielo
Que dejaban escapar el llanto de la lluvia al caer,
Y al ojo del huracán entre las nubes furiosas mirar,
y mirar, a este marinero yermo y perdido
Entre los remolinos del océano y turbulentos del azar.
Entre los avatares de la suerte
Fue el triste marinero a dar
Con una estrella diminuta, entre tantas,
Que desafiaba la oscuridad del cielo
Y sobre el, lo ungía de un azul sereno
Que cae a los ojos cuando huye la tormenta
Y resurgía con las poderosas olas en anhelo!
Y la esperanza empujaba al corazón sin miedo!
A buscar la patria del amor… Y el alma hambrienta
Se aferraba al albor de aquella estrella
Que le indicaría por el vasto e infinito mar,
Hasta que el sol ante sus ojos saliera.
Y aquella estrella, le llevó
ante una muchacha morena,
que en un puerto se deshacía
esperando sentada en la arena.
no era una sirena, ni una diosa
ni una musa siquiera
sino una muchacha
que en su corazón
guardaba un mundo para dar
y que llorando se lo daba
todas las noches a la luna llena
y una noche plagada de estrellas
retumbando en la playa el eco de las olas
y el dulce rumor de la mar serena
besó el velero abatido la tierra
y ella, al verlo, dejo de llorar,
se enjuagó la pena,
y al bajar el marinero
desató el velero de la playa ,
y este se fue, surcando el horizonte,
con la brillante estrella…
Y el marinero y ella se abrazaron.
Ya por siempre, Hasta que amaneciera.
Y la noche los hizo lucero, Para que amantes
Y marineros jamás ya se perdieran
Esperanza la llamaron,
a la estrella.
Y como largas y entrelazadas enredaderas
los amantes surcaron para siempre
El grandioso océano de la noche,
Una y otra vez, envueltos de un vasto jardín
Dorado, plagado de infinitas y brillantes velas.