APEADEROS DEL OLVIDO

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«¡Qué profunda sepultura, el olvido!…»

Manuel José Othón

 

 

 

Railes de regaliz carmesí

bajo el cielo sangrante y triste

de una tarde moribunda.

 

Nubes  como telones oscuros

invocan a golpes de relámpagos

la súbita caída de la lluvia.

 

Reclama imponente la tormenta

allá en la lejanía mi alma y ojos,

mi llanto mi hastío mis despojos,

mientras de un estallido, revienta

en un lugar solitario del corazón

un manojo viejo de sueños rotos

 

Fantasmas! Fantasmas! Fantasmas

como apeaderos silenciosos!

 

Como apeaderos silenciosos…

Casi derrumbados, casi olvidados

mientras pasa el tren como la vida

llenando de suspiros todos los rostros

de las florecillas humildes y amarillas

que coronan la soledad de los rastrojos

 

Espectros! Espectros! Espectros

que miran por una cerradura al tiempo

mientras se derrumban silenciosos!

silenciosos…

 

silenciosos.

 

 

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