A todas las poetas que llenan con su canto el mundo de las letras, a las que conozco, a las que no y sobre todas ellas, a la gran Safo de Lesbos, a la que la incomprensión y persecución posterior hizo proscrita y carne de hoguera, llegando la sinrazón a privarnos casi por completo de la inmensidad y belleza de su lírica.
… sinceramente quiero estar muerta;
ella me abandonó llena de lágrimas,
Safo
Estaba muy lejos de la tierra.
más allá, llamando a las puertas
del ateneo de los dioses literarios,
la onírica poeta de cristal
brindaba la noche y los astros
a las espadas sonámbulas del trigal
donde tenía su corazón atravesado.
En una pequeña cuartilla de papel
su tristeza, convertida en miel,
a trazos quebrantados iba dejando.
Su mirada era cristalina,
si la vierais,
era como poder sostener en una mano
toda el agua transparente del océano
Era de día, pero ella,
con su mirada, rasgando
como una navaja el cielo azul claro
derretía la noche entre las líneas
de la galaxia de aquella hoja en blanco.
Bajó la vista,
qué más da si desamor
o si soledad fuera
lo que estaba lamentando,
por qué ella estaba llamando
con sus pupilas a la musa,
a la musa del reino de los llantos,
en esos ojos se veían las alas
abatidas de tantos pájaros…
Arrugó el papel
y marchó agitando el cabello largo
entonces yo me acerqué a la mesa,
no quise mirarlo,
y sin desplegarlo lo doblé,
salí del café caminando,
y aquellas palabras tan tristes
bajo una rosa, patria del abecedario
de los poetas las planté
por si las flores escucharan
y acaso sirviera de algo.
y allí la luz del sol
como un rojizo charco
quedó sobre la rosa
alimentando su ciego canto.
Ort
como la dulce manzana que se enrojece en la rama alta,
alta en la más alta,
y se olvidaron de ella los recolectores de manzanas;
pero no se olvidaron de ella, sino que no pudieron alcanzarla.