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Elegía a Andres

Taxis de periódico aparecen en la orilla
Esperando para llevarte
Subes al asiento trasero con la cabeza en las nubes
Y te has ido
 
Lucy in the Sky with Diamonds (Lennon-McCartney)
 

 

Es hora de que mis palabras se vistan,

de margaritas negras

y desempolven mi vieja pluma,

presta, a desafiar los vuelos de letras;

esas que quieren ser eternas

para encontrar tus ojos, para buscarlos

donde se mece el sueño caído con la tierra.

 

Ojos finitos y pequeños, bigote grande

y blanco. Vino la muerte, lo tornó negro

vino el silencio, torno tu mirar letargo.

 

No, dijo tu corazón. Y se paró.

Aguaceros respondieron las nubes

rechinaron las pequeñas calles de tu pueblo.

Sus ventanas tristes, se forjaron a fuego,

para ocultar su tristeza, un oscuro velo.

Y me tocó a mí escribir,

que ni una estrella esa noche encalló en el cielo,

en esa noche, que era fría, que en todas las calles,

la muerte había estado, estaba y estaría.

 

Así iba yo,

preguntándome y preguntándome

que es la vida. Andrés, amigo,

algún sabio dijo que era el sueño

de una noche de verano, y creo,

que es exacto

pues rozamos la tierra en un segundo

y en una fugaz sonrisa nos marchamos

con los ojos hacia el cielo,

y la fugaz alegría que derrocháramos

 

Pensar que formarás parte de las flores,

de las humildes flores

que pueblan a suspiros la hierba

no me entristece, me alienta el corazón,

la fuerza de tu carne, que arrullará la tierra

se deslizará en miles de luces diminutas

y desde allí, caerá sobre nosotros como el sol

 

Y aquellos ojos finitos y pequeños

de negra, brillante y burbujeante bruma

verán otros páramos, quien sabe,

amigo mío, sabemos tan poco de la vida,

toda ella es ocaso, camino, luz y duda y alegría.

Sabemos tan solo lo que la muerte nos enseña,

y que es amarla día tras día…

 

tu corazón, fluirá como un torrente

en los nuestros, quien sabe si guía,

será, de los campos silvestres,

de vino y licores, de noches,

y de melancolías…

 

no lloraré en esta noche

mas tuya ya, que mía.

en la que las estrellas insolentes

a velar tu alma no han salido,

por enseñarnos, que ellas,

te vieron y te verán

recorrer su senda con los dedos

y soñar el resto de los días.

 

Y allí estabas tú, siempre estuviste,

mientras yo crecía, amigo, tío,

casi un padre y un hermano yo diría.

y te me has ido esta noche, te has marchado,

y contigo una parte del alma mía.

 

Vestiré el campo de semillas

de margaritas negras hoy,

por ti, junto a mis recuerdos,

para que mañana cobren luz,

color, fuerza,

miles de margaritas encendidas!

Amarillas y brillantes

que velen y bailen en verano

al lado de los cipreses de las colinas

 

vestiré mi rostro triste,

de sendas que descorrieron tus pies,

pues siempre supimos de la vida, que siempre

caminando ella iba y venía,

supimos siempre del final del camino,

pero no, pacientes, cuando llegaría.

 

Y así, una noche triste, sin más,

adiós dijeron tus ojos negros soñadores.

Cerraste el telón de esa gran obra

que fue tu vida, sobre el teatro del mundo.

Apagando con una sonrisa las luces,

mientras sonaba un estruendo de aplausos

reverencias y vítores, y aunque ahora turbadas

miles y miles de blancas alegrías.

 

¡Decir a los cuatro vientos que te conocí!

¡que reí! que ancho por la pena mi corazón

se cubrió, cuando el tuyo ante a luna se encogía

 

Y un día como hoy te enterramos

y hoy velamos tu recuerdo ya,

pero no tu sombra, que jugando ya está

en los páramos, con los álamos,

mucho más allá de la tierra y el mar .

 

Mucho más allá,

de donde llega nuestra mirada a vislumbrar

 

La oda la dejo guardada

en mi corazón, para nosotros dos.

Y al mundo entrego esta elegía

 

para que se entere

de una punta a otra,

lo que te quería.

Ahí va este adiós profundo

ya por siempre,

atado a mi melancolía.

 

 Ort

Cogí el abrigo y agarré el sombrero
Llegué al autobús en unos dos
Subí la escalera y pegué unas caladas
Alguien habló
Y caí en un sueño
 A day in the Life   (Lennon-McCartney)

Acerca de orteguilla

Poeta, o lo sueña. Humanista, agarrado a un mastil de conocimiento como un naúfrago en un océano sin fin. Y músico, que mientras lo goza, lo intenta... Me gusta emborracharme de letras, pensar mientras la cerveza corre y Mozart suena, y cuando sale la Luna llena, huir por ser la presa, pero me atrapa y me devora, me sube a las estrellas y deja mis zapatos en la tierra. Al escribir, soy un poquito más libre, como una flor morada de cardo, que colina abajo rueda...

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