Para una mente fácilmente impresionable
que ha recorrido tanto
y que ha visto tantos ojos reunirse
en hermandades de llamas
renaciendo para después volver a quemarse
y a apagarse,
A un hombre como yo, al que las tinieblas
le revolotean como alas sobre la espalda
creciéndole de entre las manos y la lengua
como caminante que soy
y como amante
Si es que hay un dios yo juro
que esos ojos marrones,
latentes cambiantes espesos
de tallos enardecidos
y de miles de hojas ardientes
y otoñales jamás los vi,
tampoco pude jamás imaginarlos
pues cada suave cambio de color
que susurran esos iris, son un sonido
un cosmos inquieto, un universo placentero
de maravillas tranquilas,
donde se mecen los deseos.
Y sobre uno de esos arrecifes
sobre uno de esos pequeños puertos
naufraga mi mirada, para hundirse otra vez
en el cielo de tus ojos marrones
que impresionan al verlos abiertos…
Ort